GRETEL ELIANA GORELIK ZONIS

Gretel llegó un 26 de mayo de 1975 a las 9,45 hs.

Yo soy gretel!

Y la casa se pobló con la alegría de una segunda hija mujer. A los dos meses comenzó con problemas de salud, alimentación, que llevaron a un retraso en su madurez y que los más grandes especialistas nunca pudieron dar con un diagnóstico y menos aún un pronóstico.

Sus logros eran tan festejados y felices, que con naturalidad, comenzó a aprender por imitación lo que hacían sus hermanos, más todos los aprestamientos que permanentemente tenía.

Y así fue creciendo, con una pequeña dificultad motriz y con una madurez diferente a los chicos de su edad.

Estamos seguros que vino a este mundo a cumplir una misión, quería ser maestra y hoy, con su legado, nos muestra que lo logró, no con libros, sino con la sabiduría de la virtud.

La vimos disfrutar cuando llevábamos ropa a las personas que lo necesitaban, cuando todas las semanas compraba galletitas para llevar a sus compañeros de Artes Visuales, cuando asistía a personas ancianas con su compañía.

Gretel Pintando

Su máxima alegría, era encontrarse y hablar con sus hermanos, que estaban lejos estudiando

Cuidaba a todos. Se interesaba por todos.

Llevaba su aparato de música a las clases de arte, para que disfrutaran junto a ella la música mientras trabajaban.

Amaba a Mercedes Sosa, Los Iracundos, León Gieco, y cantaba junto a los casetes de Luis Miguel, José Luis Perales, Manolo Galván, con una voz fuerte y potente.

Así también disfrutaba de la música clásica, su famosa “ópera perdida”, y tantas otras que cada vez que las escuchamos nos conecta a su sensible forma de expresión vocal.

Se preocupaba porque su escuela de Artes Visuales tenía las paredes rotas, porque no se podía dar clases cuando llovía al electrificarse las paredes.

Bicicleta

Concurría muchas veces a la Dirección Departamental de Escuelas, con su lenguaje simple a pedir que hubiera clases, que arreglen su escuela y notábamos su frustración cuando no lo podía solucionar.

Le encantaba viajar, ir a comer a lugares claros. Admiraba todo lo que veía: los campos, el cielo, los animales.

Le cautivaban los colectivos sobre todo “El Flechabus” y “El San José” (como ella decía), y que sus choferes siempre respondían amablemente al saludo efusivo que les hacía al pasar.

Tenía un sentido de ubicación en el espacio concreto, recordando calles y lugares con precisión, como así un gran sentido estético.

Pero cuando estaba unos días fuera de su Tala querido, quería volver con su gente.

Y así, su vida, fue la de un cuento feliz, sana, fuerte, alegre, sociable, hasta que un viernes santo, cuando toda su familia estaba en la casa, despertó sintiéndose con problemas.

Gretel se fue “con su Dios” como ella decía, un 27 de abril del 2.002.

Aún no encontramos explicación.

Pero de algo estamos seguros, su presencia, la alegría, está más allá del tiempo y el mensaje de amor quedó en cada persona que halló en su camino, y trasciende ese espacio que nos cobija a todos en ese sol amarillo, con mucha calidez.

Esta es nuestra Gretel, “Gretel de Tala”.